sábado, 17 de noviembre de 2007

Manteniendo la línea

Contrario a lo que muchos aguardábamos, la noche del miércoles 14 de noviembre fuimos testigos de una versión distinta de aquel grupo que, años atrás, componía magistrales melodías poniendo en la licuadora ritmos como el jazz, el blues, el rock duro, el progresivo y hasta el funky, para extraer el zumo final que era la esencia de su ser.

Con esto no quiero decir que esa noche estos elementos hayan brillado por su ausencia, sino que en los casi 120 minutos que duró el espectáculo, la guitarra de Steve Lukather secuestró la noche, como queriendo demostrar que, pese a los años, el grupo está lejos de mostrar apatías y baja adrenalina -cosa que les sucede a muchas bandas clásicas- y, en cambio, quiso demostrar dureza en cada una de sus actuales y antiguas canciones como queriendo decir: aquí estamos, más robles que nunca.

En la pasada jornada del miércoles, en el Vértice del Museo de la Nación, Toto nos dio un paseó por casi toda su trayectoria musical, con un show en donde mezclaron temas nuevos de su reciente disco, Falling in between, con buena parte (no toda, lastimosamente) de su repertorio clásico. Aquellos que habíamos leído previamente sobre su gira mundial 2007 estábamos alertados: esta vez la grilla no incluía algunos hits radiales que hicieron delirar a las juventudes setenteras y ochenteras (como quien esto escribe) y, en su lugar, el grupo tendría que pasar la prueba de ser evaluado por un público que, por vez primera, escucharía la propuesta de su nuevo álbum. Y lo aprobó. Porque el poder seductor emanado de las guitarras estridentes y acústicas, junto al excelente complemento vocal de cuatro de sus integrantes, la explosiva percusión de Simon Phillips y el magistral teclado de marca Phillinganes lo hizo todo fácil. Toto presentó con singular maestría las canciones de su nuevo álbum, las mismas que gustaron desde el principio, en especial, Bottom of your soul, Taint your world, y la pieza que da título al disco.

Pero si bien el excelente inicio logró cautivar al respetable, éste esperaba desfogar sus ansias guardadas por muchos años al escuchar las primeras notas de las canciones que los hicieron mundialmente famosos. Y Toto no nos podía defraudar, pues éstas por fin llegaron provocando el delirio en la multitud, conformada por cuarentones y veinteañeros en estrecha alianza musical. Vinieron Pamela, Stop lovin’ you, Hold the line, Rossana, Isolation y, por supuesto, Africa, que cerró el show. Lástima que el repaso musical no incluyera otras melodías que en su debido momento fueron objeto de culto en la FM como Holyanna, Stranger in town o St. George and the dragon.

Antes del show, muchos nostálgicos extrañaban la a los creadores del grupo: David Paich, Michael Porcaro y, claro, el finado Jeff Porcaro. No obstante, los ahora titulares, el tecladista Greg Phillingannes, el bajista Leland (Saruman) Sklar, y Tonny Spinner, en la guitarra rítmica y apoyo vocal, reafirmaron su bien ganado prestigio en el universo del rock. Cada uno dejó por sentado que no por gusto acompañaron en el pasado a monstruos de la talla de Eric Clapton, Brian Ferry y George Benson, en el caso de Greg; y de Phil Collins, Jackson Browne y Rod Stewart, por citar algunos, en el caso de Leland. Nota aparte merece el desempeño del gran Greg, quien se metió al público en el bolsillo ni bien empezó el recital. El éxtasis llegó a su cúspide al ejecutar, a piano limpio y puro, un set de coplas del grupo en donde brillaron, una seguida de la otra 99, Georgy Porgy y Child’s anthem.

Fueron dos horas de incontenible emoción que largamente superaron al anterior show que dio el grupo en 1996. Y no es que esa vez su performance haya sido poco feliz. De hecho se llevaron buenos elogios de la crítica. Pero en el show de hace once años se sintió como si faltara una pequeña pieza en ese rompecabezas musical. Sucede que Toto, sin Kimball, no es Toto. Disculpen señores Lukather, Paich y Porcaro, pero el alma fuerte del grupo es, definitivamente, el talentoso Bobby. Lo demostró esta noche, pues fue el que mayor ovación recibió del respetable. Pese a que su registro vocal no es el mismo, tuvo el suficiente aire como para sacar adelante cada una de sus interpretaciones, sobre todo Hold the line. En conclusión, Toto le sacó brillo a la noche gris limeña y demostró que, pese a los años, sigue manteniendo la línea.

domingo, 11 de noviembre de 2007

Stereo Lima 20 (1era parte)

Aunque para algunos lo correcto hubiera sido poner 12, yo le pongo 20, porque si bien Soda Stereo vino en 1995 para dar un recital en el campus de la Universidad de Lima, considero que la visita que realizó a Lima en 1987, hace 20 años (¡qué maduro que estoy!) fue la que desató mayor expectativa y furor, y la que ha quedado prendada en la retina y en los oídos de muchos chicos y chicas de mi generación.

Recuerdo que en 1987, las programaciones de algunas radios juveniles (Panamericana, 1160, Studio 92, entre otras) habían casi desterrado al pop/rock británico-estadounidense, cediendo terreno a la invasión del rock en castellano, hecho en esta parte del mundo, aclaremos. A muchas bandas y grupos de rock de España se les escuchaba desde hace varios años en casi todas las emisoras limeñas, tanto en la FM como en la AM.

Si no me falla la memoria, creo haber escuchado por primera vez a Soda Stereo en radio Doble 9, la radio rock de Lima (hasta ahora viva, gracias a Dios). Para 1986, las canciones de su primer álbum, con fuerte influencia Ska y letras relajadas y cómicas, llegaron a oídos del gran público a través de Studio 92, que comenzó a propalar Tele-k, Te hacen falta vitaminas y Sobredosis de TV. Fue por ese tiempo entonces, a los 16 años, edad en la que mis gustos musicales estaban dictados por la tiranía radial, que adquirí la "Sodamanía", enfermedad que hasta ahora padezco y del cual no quisiera sanar ni encontrar antídoto.

Recuerdo que Soda Stereo disputaba el primer lugar de popularidad con los españoles de Hombres G. No era una guerra, precisamente, porque existían (existen) muchas diferencias musicales entre ambos. Había también divergencias en cuanto a las características de sus seguidores. Me explico: mientras que la mayor parte de fans de Soda estaba conformada en su mayor parte por varones; los Hombres G eran seguidos (y perseguidos) por un abrumador porcentaje de chicas; veinteañeras, quinceañeras y hasta niñas de diez o nueve años que exigían a sus papis que les pusieran Devuélveme a mi chica o Martha tiene un marcapasos en su fiesta de cumpleaños. Imagino que a ningún papá o mamá le hubiera gustado poner en algún cumpleaños de sus hijos, menores de edad aún, alguna canción con una letra del tipo: no puedo, no puedo, seguir maquinándome (masturbándome, en realidad).

Al igual que en el año anterior, en 1987, Radio Panamericana (antes que sufriera la triste metamorfosis para convertirse en salsera) fue la encargada de realizar la promoción del concierto de Cerati y compañía. Las 24 horas del día su programación estaba inundada por especiales de veinte minutos con la música del trío argentino, y eso que el grupo sólo contaba con tres discos en su haber. Fue un bombardeo incesante que al final tuvo buenos resultados.

El Club de fans
Semanas antes del recital, la radio de la calle Mariano Carranza hizo una convocatoria a los seguidores incondicionales de la “Trilogía del rock”, para que sellaran su pacto de fidelidad con el grupo. En el mismo local de la radio, uno se podía inscribir y luego recabar el carné oficial que nos convertiría en socios privilegiados del club de fans de Soda Stereo. Como una cortesía del auspiciador, cada uno de los nuevos integrantes oficiales del Clan de Soda pasaría a la cabina de la radio para ser entrevistado y su voz ser escuchada por miles y miles de radioyentes en todo el país. Allí estuve yo, entonces, a punto de ser entrevistado por el entonces principiante, Ricardo Claros, quien fue el gran propulsor de mis 15 segundos de fama en la radio:

RC: ¿Cómo te llamas?
A: Angel.

RC: ¿Cuántos boletos has comprado Angel?
A: Dos, para las dos presentaciones en Lima.
RC: ¿Dos boletos? Eso sí que es ser fan.

RC: ¿Qué canción de Soda Stereo te gusta más?
A: Persiana Americana. (Ahora me gusta En la ciudad de la furia, la mejor de todas)

Luego Ricardo pasó el micrófono a otro chico que estaba parado a mi lado. Mientras Ricardo le hacía las mismas preguntas, el chico mostraba ante un monitor de tv que estaba apagado, muy orgulloso y con una sonrisa de oreja a oreja, sus boletos y su carné de fan, pensando seguramente que su rostro estaba saliendo por televisión. Por supuesto que dentro de la cabina nadie le dijo nada, pero al salir oí unas sonoras carcajadas que se entremezclaban con las tiernas melodías del Trátame suavemente.

Pese a que el carné no tenía ni mi nombre ni mi edad (nos dijeron que uno mismo tenía que llenar esos datos), me sentí muy feliz de pertenecer al clan de Soda Stereo. Sin embargo, al poco tiempo, el amor (o no sé que sería) me empujó a obsequiar ese carné a una chica con la cual yo quería estar, aunque ella me había confesado que amaba a muerte a Gustavo Cerati. Por supuesto que la misión de “caerle” era suicida y tenía yo todas las de perder, porque de Cerati yo no tengo nada, salvo el hecho de que ambos somos varones. Y bueno, empeñado en seguir esta aventura, para su cumpleaños le regalé el tan valioso carné de fan de Soda Stereo, junto con un casete que tenía grabado el recital que había dado el grupo en Lima, un año antes. Con el tiempo, ni logré convertirme en su enamorado, ni sé lo que ella hizo con el carné. Sólo sé que ahora ella está casada, tiene tres hijos, sigue viviendo por mi barrio y baila y goza al son de Néctar, Agua Marina, y, a veces, al ritmo de Daddy Yankee o Tego Calderón que sus hijos la obligan a bailar. Ah! y de buena fuente sé que le interesa un carajo que Soda Stereo vuelva a Lima. Cuán ciego y sordo es el amor a los 17 años.

(Continuará…)
Nota: No es que después de 20 años, haya obtenido el carné del club de fans de Soda Stereo de manos de mi musa adolescente. La imagen que ven es cortesía de un amigo que sí supo conservar y aquilatar un gran recuerdo de la época.

lunes, 5 de noviembre de 2007

Dale una oportunidad al ruido

Yoko Ono, la septuagenaria viuda de John Lennon, cedió los derechos de grabación del legendario álbum Imagine, para echar a andar la iniciativa de Amnistía Internacional denominada Make Some Noise (Haz algo de ruido), que busca proteger a aquellas personas a las que se les niega la libertad, la justicia y la igualdad.

En el portal de Amnistía se pueden escuchar fragmentos de canciones del finado ex beatle interpretados por artistas, que han grabado los temas a su modo y estilo. Avril Lavigne suaviza aún más el himno Imagine; Duran Duran y U2 imprimen su toque personal a Instan Karma; Steven Tyler y Aerosmith se lucen en un contrapunto de reagge junto a los Sierra leone’s Refugee All Stars con Give Peace a Chance, Green Day con una excelente versión de la siempre bienvenida Working Class Hero, y muchos otros grupos y solistas de todo el orbe.

La campaña no es reciente (fue lanzada el año 2006), pero si aún no has escuchado estas excelentes versiones lennonianas o, mejor aún, piensas que la música puede hacer un poquito de ruido para reflexionar sobre las injusticias y los abusos diarios que se cometen en este mundo, entra a la página de Amnistía; suscríbete o compra cada uno de los temas que se ofrecen. Loable iniciativa y agradable sonido, más que todo.