Whole lotta love. Desde que se inventó el rock, el mundo ha visto aparecer notables bateristas, guitarristas, bajistas y teclistas. Cada quien tiene su músico favorito y un probable primer lugar en su ranking personal, pero lo cierto es que, en estos tiempos, después de haber escuchado música por más de 35 años, me resulta particularmente un ejercicio inútil e improductivo polemizar sobre quién es el mejor en cada especialidad. Es casi como querer defender el argumento de que tu mamá es mejor que mi mamá. Sin embargo, en donde sí hay un acuerdo casi unánime entre entendidos y fanáticos es en el hecho de que John Henry Bonham (1948-1980) -originario de Redditch, Worcestershire, Inglaterra- fue uno de los más influyentes, innovadores y revolucionarios cultores del arte de darle vida a las tarolas, platillos y bombos.
Lo más resaltante de Bonham es que nació provisto de una genialidad que lo convirtió en un autodidacta de la batería -un verdadero “made by himself”-. Nunca pisó una escuela o instituto que le enseñara el a,b y c de las habilidades y técnicas del arte de la percusión. Sus mejores cátedras las recibió desde muy pequeño, mientras imitaba los movimientos de sus ídolos Gen Krupa y Buddy Rich. De Gen adquirió la energía y brillantez para manejar las baquetas y dar golpetazos a forro, en tanto que de Buddy asimiló la técnica rápida para ejecutar los solos. Ya en los sesentas y poco antes de embarcarse en la nave que lo encumbraría en el olimpo de los grandes rockeros de la historia, John declaró su admiración por Ginger Baker, por ese entonces, un reputado baterista y pieza clave de esa trilogía blues-rockera llamada Cream.
Moby Dick. Sentado en la parte posterior del escenario y rodeado de esa parafernalia platinada y de variada geometría, los brazos de "Bonzo" (así lo llamaban por buena gente no por posible suicida) parecían estallar en ráfagas interminables. Cuentan quienes lo oyeron tocar en vivo o compartieron largas sesiones de grabación que sus baquetas causaban tanto ruido que cada golpe era capaz de ocasionar rajaduras en las paredes o dejar una vivienda sin vidrios y en escombros. La bravura de su impacto era tal que una vez, a mediados de los sesentas, el propietario del Birmingham Studio, harto de su infernal bulla, lo echó a patadas porque hacía demasiado escándalo y, peor aún, tuvo la osadía de augurarle un negro porvenir si es que seguía dedicándose a la música. Me imagino que, años después, luego de haberse enterado de cómo le fue a Bonham, ese pobre hombre de escaso olfato musical debe haber golpeado tanto su cabeza contra la pared que quizás haya dañado las estructuras más que la potente batería de Bonham.
John y Patty Bonham
Rock and Roll. Los inicios de Bonham en el mundo del rock fueron complicados y marcados por la inestabilidad económica, el hambre y el desencanto. Pese a las vicisitudes y al alto precio que tenía que pagar aún por el derecho de piso, igual se entregó en cuerpo y alma a la música, por lo que decidió unírsele en un matrimonio perpetuo que -a diferencia de las promesas de amor hechas al pie de un altar- solamente sería separado por la muerte, tal como ocurrió.
En una de esas fallidas incursiones musicales juveniles, Bonhan conoció al rubio Robert Plant, cuando ambos entraron a formar parte de la Blues Crawling King Snakes, banda cuyo larguísimo nombre contrastó con su brevísimo tiempo de vida. A partir de ese momento se creó una química especial entre Plant y Bonham. Por algunos años, ambos alternaron en varias bandas aunque con casi nula resonancia. Tiempo después, Robert fue reclutado en el proyecto musical armado por el ex guitarrista de Yardbirds, Jimmy Page, quien ya contaba con la participación del bajista John Paul Jones, un multifacético músico que hasta ese momento llevaba una vida sosegada como arreglista de estudio. Fue Plant quien dio a Page buenas referencias acerca del talentoso Bonham, pero como el entonces joven Jimmy era de esos tipos que no se tragaban cuentos muy fácilmente se tomó el trabajo de ir a ver y escuchar al baterista de los mostachos en un concierto que dio la banda de Tim Rose -de la que Bonham era integrante- y que se realizaría en la localidad de Hampstead, Londres. Luego de escuchar los estallidos de percusión que retumbaron en todo el recinto, Page sólo atinó a decir: “He allí el indicado para ocuparse de la batería de Led Zeppelin”. Era julio de 1968. El sueño acababa de iniciarse.
The song remains the same. Desde la génesis de Led Zeppelin, “Bonzo” tuvo una especial predilección por las baterías Ludwig, modelo Vistalite, la misma marca que utilizó Ringo Starr durante en su exitoso periodo beatle. Fue tanto el apego de John por estas cajas de fabricación alemana que firmó un contrato de representación con esta marca por el resto de su carrera. Pero así como contar con una buena guitarra no te hace un buen guitarrista ni te garantiza un buen sonido, una batería de gran calidad no es determinante para crear un estilo propio si careces de talento y no le pones una dedicación extrema a tu afición o trabajo. En el caso de "Bonzo" hicieron falta otros elementos que salieron de su misma erudición y habilidad. En base a esas cualidades, Bonham acuñó desde el principio una marca personal sobre la base de un impacto mucho más duro, acelerado y con pocas florituras alrededor.
Por esa época la mayor parte de bateros ejecutaban sus performances con fuertes tintes jazzeros y blueseros, sin embargo, Bonham -que también llevaba en el alma raíces del jazz y el blues- supo adecuar ambas influencias a sus interpretaciones y logró escribir de su propio puño y letra el manual del verdadero baterista de hard rock y heavy metal. Según los entendidos, la técnica de John para construir ritmos en base a golpes gruesos viajaba de abajo hacia arriba; es decir, se enfocaba primero en estremecer al bombo, luego apuntaba a la caja y, al final recién daba cuenta de los platos empleando una menor potencia. Otro signo de distinción del sonido Bonham radicaba en el empleo de kits de batería de dimensiones mayores a las habituales. Por ejemplo, la medida estándar de un bombo solía ser de 20”, pero a “Bonzo” le gustaba siempre demoler una de 26”, con una maza de madera y ambos parches sin perforar.
Finalmente, como buen hijo de un constructor de casas, Bonham poseía conocimientos de albañilería y carpintería, los que le sirvieron para construir y diseñar él mismo sus propios ambientes donde grababa la batería: su costumbre era levantar espacios amplios, con suelos y paredes de madera, para obtener una grado alto y natural de reverberación.
La Ludwig de Bonham
Bonzo’s Montreux. Sin lugar a dudas, las manos de Bonham se dan a notar en cada uno de los discos de Led Zeppelin, pero son en estos cortes donde se aprecia la velocidad de sus puños de acero: Good Times Bad Times, Communication Breakdown, Rock and roll, The lemon song, When the leavee breaks, Moby Dick, The Ocean, The Crunge, Fool in the rain, Hot on for nowhere , Achilles last stand y, por supuesto, Kashmir. Celebration Day. Para 1980, Bonham y Page estaban viviendo una de sus peores etapas personales: habían sucumbido a sus adicciones al alcohol y las drogas, respectivamente. Ello derivó en que las sesiones de grabación del álbum “In through de out door” se realizaran sólo con la participación activa de Plant y Jones. Pese a todo el barullo originado por las ausencias de dos de sus integrantes, Led Zeppelin logró recomponerse y alistarse para llevar a cabo una gira por Norteamérica a partir del mes de noviembre de ese año, la que se iniciaría con cuatro conciertos en Chicago. Lamentablemente, la muerte repentina de “Bonzo” a sus tempranos 32 años a causa de una aspiración de vómito tras una espeluznante borrachera, y a dos meses del inicio de la gira, supuso no solamente la cancelación de todos los conciertos, sino la disolución definitiva de la banda. Los fanáticos del grupo que aún mantenían la esperanza de que en cualquier momento se anunciara el nombre del sustituto de Bonham, tuvieron que agachar sus cabezas y conformarse con acatar la decisión de sus venerados. Llenos de ira, algunos quizá destrozaron sus boletos por el destino tan cruel y absurdo que le tocó vivir a la banda de sus amores. Otros, a lo mejor, lo tomaron con menor ansiedad y respiraron hondo, guardaron sus boletos en sus gavetas con la intención de conservarlos como un buen recuerdo y atesorar así una pieza de colección que se revalorizaría con el paso del tiempo. Y así fue. En 2005, se abrió un espacio en internet para que aquellos amantes de la memorabilia adquieran a precios que fluctuaban entre 35 y 300 dólares aquellos tickets que nunca fueron usados y que en su momento costaron entre 10 y 15 dólares.
Si “Bonzo” viviera cumpliría hoy, 31 de mayo, 62 años. Me imagino lo que hubiera sido la celebración por su onomástico y el reencuentro amical y musical con sus antiguos cómplices de batalla: Robert, Jimmy y Jones dominando el escenario y desatando la histeria de la multitud; Bonham siempre detrás, pero con el poderoso brillo de un hijo del trueno.
Así como "Bonzo" vivió entre la transgresión y al filo de la navaja, murió dejando un legado musical que muchos hoy reviven en cada performance arriba del escenario, cada quien a su estilo pero siempre llevando en alto el nombre del maestro. Le sobrevive su hijo Jason, a quien traspasó algunos de sus conocimientos y que hace poco representó dignamente a su famoso padre en el breve retorno que tuvo Led Zeppelin a los escenarios. No fue lo mismo, claro que no, pero fue igual de bueno. Larga vida al "Bonzo".
Más información:
Baterías y canciones
El “Bonzo” en Wiki
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