lunes, 31 de diciembre de 2007

Partidas de Nacimiento (2)

Creedence Clearwater Revival: en honor al “líquido elemento”
En un principio eran The Golliwogs, pero en diciembre de 1967 el destino del grupo tomaría otro cauce. Según cuentan, Creedence, un amigo de John Fogerty, cabeza de la banda, contó a los miembros del grupo que había visto en la televisión un aviso de una marca de cerveza, en el cual se ensalzaba la pureza y calidad del agua empleada para su elaboración. A este dato cristalino y transparente, John le agregó una especie de revival que estaba sintiendo en el ambiente sesentero (provocado quizás por algunos litros de esa bebida espumosa, dorada y hecha con aguas claras). Todo ello entró a un cilindro y dio lugar al inmortal nombre: CC Revival.


Grand Funk Railroad: la banda americana
Banda estadounidense formada en 1969 por Mark Farner (vocalista, guitarra), Don Brewer (vocalista, batería) y Mel Schacher (bajo). El largo nombre, el mismo que con el tiempo sería objeto de controversias y disputas judiciales entre los miembros del grupo, nace como un homenaje a la Grand Trunk Western Railroad, una conocida y antigua línea ferroviaria de Michigan, de donde la banda es originaria.

Jefferson Airplane: el mejor amigo del conejo (blanco)
Años 60. Jorma Kaukonen, miembro del movimiento hippie, era un devoto fan de varios músicos que intentaban hacerse de un espacio dentro del mundo del blues. Uno de esos blueseros tenía un perro llamado Blind Thomas Jefferson Airplane. Jorma pensó que era un buen nombre y se lo propuso al resto del grupo. Estos decidieron que The Jefferson Airplane sería provisional, hasta que encontraran otro nombre. Llegado el día del debut, Grace Slick y los otros miembros del grupo tenían ocupadas sus cabezas con otras cosas, así que optaron por lo más simple: quedarse con parte del nombre del noble can, sin darle regalías ni nada por el estilo.

Joy Division: unidos por la infelicidad
De origen tan sangriento y oscuro como el trágico final de su cantante y líder, Ian Curtis, Joy Division o La División de la Alegría, era el nombre por el cual llamaban a las jóvenes deportadas obligadas a prostituirse para servir a los oficiales nazis, durante la Segunda Guerra Mundial.

Rage Against the Machine: globalifóbicos
La Furia Contra la Máquina fue el nombre inventado por Zack de la Rocha mientras pertenecía a un grupo de hardcore llamado Inside Out. Cuando el grupo se desintegró, Zack conoció a Tom Morello y formaron Rage Against The Machine, nombre que les pareció más acorde con el tipo de música e ideas que pretendían difundir. La Máquina representaba para ellos la globalización, el neoliberalismo, la alienación, el racismo, la brutalidad, la élite y la ignorancia.

Shocking Blue: demonios azules
Nombre inspirado en Strange Brew, canción compuesta por Eric Clapton en 1967 y cuyo párrafo inicial dice lo siguiente: She’s a witch of trouble in electric blue, in her own mad mind she’s in love with you. With you. Now what you gonna do? El grupo holandés adoptó este nombre antes de que la cantante húngaro-alemana, Mariska Veres, formara parte de la banda y se convirtiera en su principal imán de atracción, no sólo por su exótica belleza, sino porque su voz le impregnó al grupo de tonos soul y R&B, combinados con elementos psicodélicos muy en boga por esa época.

Supertramp: extra-vagancia
Sacado del libro Autobiografía de un Supertramp, del escritor galés, William Henry Davies (1908), que es un cuento sobre un británico que recorre Estados Unidos siendo un vagabundo.

The Cars: hits sobre ruedas
Calificada como la quintaesencia del new wave de finales de los setentas, los inicios de The Cars estuvieron orientados al folk y se hacían llamar Milkwood. Una vez trasladados a Boston, Rick Ocasek y Ben Orr, fundadores del grupo, llamaron al grupo Richard and the Rabbits (¿?). Luego decidieron llamarse Capitán Swing o Cap’n Swing, para luego, una vez que tuvieron listo el arsenal de canciones de lo que sería su primer álbum, adoptaran el definitivo The Cars, nombre fácil de pronunciar y que contenía el verdadero arte pop que cultivaban.

The Who: ¿quién canta?
Empezaron llamándose The High Numbers, pero optaron por The Who, porque sería fácil de fijar en la memoria de la gente, aunque igual les crearía una confusión del infierno al preguntarse quienes son y qué hacen. La primera propuesta de Pete Townsend, guitarrista de la banda, fue The hair and the who, aunque fue descartada porque -según dijeron- el nombre sonaba a nombre de pub, pero tal parece que eso de hair, no iba para nada con la temprana e incipiente calvicie de Townsend.

Velvet Underground: fondo aterciopelado
El nombre proviene de un libro sobre sadomasoquismo escrito por el irlandés Michael Leigh. Cuentan que Lou Reed encontró el texto de casualidad cuando se encontraba en plena mudanza a su apartamento en Nueva York. El nombre le gustó porque evocaba el cine “underground” y calzaba con el estilo que se le pensaba dar al grupo.

WASP: ni avispas, ni racistas, sólo pervertidos sexuales
El nombre no tiene nada que ver con las laboriosas avispas, ni con el grupo social estadounidense conocido como Blancos Anglosajones y Protestantes, en inglés, White Anglo Saxon Protestant (WASP). En realidad, el nombre obedece a otro tipo de siglas, bastante menos ofensiva que la última: We Are Sexual Perverts (Somos unos pervertidos sexuales). Pasadazos!!


(Continuará...)

sábado, 22 de diciembre de 2007

Partidas de Nacimiento

Para bautizar apropiadamente a una banda o grupo se requiere poseer el ingenio para encontrar la palabra o frase más adecuada, que logre llamar la atención e hipnotice a la gente en un santiamén. El nombre de una banda debe tener la justeza para reflejar la esencia de la propuesta musical y, por supuesto, poseer el “feeling” y el “caché” para vender, hablando tanto un sentido musical como de mercadeo.

Un nombre puede surgir de la inspiración en una décima de segundo. También como producto de un sueño que a lo mejor se tuvo hace meses, pero que, en el momento menos esperado, aflora en la mente. En ocasiones, hallar el nombre puede tomar horas, días, semanas, inclusive años, antes de dar en el blanco. Muchos grupos tocan y ensayan por largo tiempo en el garaje hasta que logran hallar esa identidad musical deseada, aunque no son capaces de ponerse de acuerdo para encontrar ese bendita etiqueta. En esos casos se espera que la Santa Casualidad haga el milagro para que algún miembro del grupo encuentre esa palabrita o expresión en un aviso en el periódico, escrito en un baño o en un cartel gigante al costado de la autopista.

En fin, historias sobre cómo parir un nombre deben haber muchas. Aquí presentamos una breve lista de historias de bandas que alcanzaron la gloria, en parte, gracias a ese sello distintivo con el que un día decidieron darse a conocer al mundo. Y vaya que lo lograron.


Aerosmith: hijo del ocio
En un principio se asoció el nombre de la banda con el de de la novela El doctor Arrowsmith (1925), del escritor estadounidense Sinclair Lewis. La autobiografía del grupo titulada Walk this way (1997), develó el misterio. En uno de sus capítulos, el baterista Joel Kramer cuenta que se le ocurrió el nombre mientras disfrutaba de un rato de ocio en la escuela y jugaba con varios nombres para bautizar a su banda de rock soñada. Entre sus nombres predilectos todos empezaban con Aero, así que -según cuenta- apareció el Smith, apellido tan común en Norteamérica, al igual que Pérez, Sánchez o Rodríguez en América Latina.


Alice Cooper: “sons of a witch”
Alice Cooper fue el nombre de una bruja que habría vivido en el siglo XVII, y que, supuestamente, se reencarnó en Vincent Furnier, líder y cantante del grupo. Cultores del hard rock, con magistrales fondos sinfónicos y, principalmente, pioneros del shock-rock, Alice Cooper fue en los setentas lo que hoy es Marilyn Manson o Rob Zombie. Sus recitales se caracterizaron por sus puestas en escena pletóricas de escenas sangrientas en la que más de una vez -según afirman testigos- se han sacrificado desde gallinas hasta gatos. Vincent continúa desmintiendo esas versiones hasta el día de hoy.



Deep Purple: abuela lo sabe todo
La abuelita del virtuosísimo Ritchie Blackmore solía cantar en la cocina, mientras preparaba un pastel, una canción titulada Deep Purple; tema romántico de 1963 compuesta por los desconocidos Nino Tempo y April Stevens. De suave cadencia, la canción era la antítesis de lo que su “pequeño” Ritchie estaría a punto de emprender años después. Al parecer, cuando Blackmore propuso el nombre los miembros del grupo se entusiasmaron y decidieron adoptarlo en lugar del que tenían hasta ese momento: Concrete God. Bien dicen que en los más duros momentos, siempre está la familia para darnos una manito.



Dire Straits: (casi) nada de dinero
Es increíble que una frase que se suele utilizar en tiempos poco felices, suene tan bien en el idioma de Shakespeare. “Situación complicada”, “Andar estrecho de dinero” o “al borde de la quiebra” son las acepciones de Dire Straits. De ello se aprovecharon los hermanos Knopfler, Mark y David, para bautizar a un grupo que, años más tarde, pasarían a formar parte de la gran enciclopedia del rock and roll, gracias a canciones como Sultans of swing, Ladywriter, Money for Nothing, Brothers in arms y muchas más.


Duran Duran: por amor a Bárbara
Inspirado en el malvado científico loco Durand Durand, disparatado personaje de la película Barbarella (1968). Según el guión de la película, Durand Durand pretendía utilizar el letal “rayo positrónico”, capaz de transportar a cualquier ser vivo a la cuarta dimensión. Digamos que las canciones de Simon, John, Andy, Nick y Roger lograron transportar a varias generaciones a otras dimensiones más generosas que lo pretendido por el científico loco, enemigo de la sensual Jane Fonda en el film.



Lynyrd Skynyrd: al maestro con cariño
Pronúnciese Lener Eskener. Su nombre rinde homenaje al profesor de gimnasia del colegio mayor de Jacksonville, Florida, Leonard Skinner, quien odiaba el look pelilargo e hirsuto propio del hippismo. Años después, fue el propio maestro Leonard Skinner, quien presentó a la banda en un concierto celebrado en su ciudad natal. Las vueltas que da la vida.

Red Hot Chilli Peppers: broma picante

El nombre es una parodia que hicieron “Flea” y Kiedis a la banda británica de inicios de los setentas, Chili Willi and the Red Hot Peppers, poco conocida por estos lares, pero con cuajadas interpretaciones en las que mezclaban rock & roll, R & B, country y folk.

Siniestro total: renacer
Lo que le ocurrió a este grupo español es una demostración real de ese adagio que dice: una crisis conlleva a una oportunidad. Sucede que antes de llamarse Siniestro Total, este grupo punk, originario de Vigo, España, llevaba puesto el kilométrico nombre de Mari Cruz Soriano y los que afinan su piano, con nula resonancia. El 20 de agosto de 1981, la banda sufrió un accidente carretero, sin consecuencias mortales, aunque el coche quedó en tan terrible estado que la compañía aseguradora lo declaró “siniestro total”. Tiempo después, los integrantes sintieron que habían nacido de nuevo, cambiaron de apelativo, vinieron los éxitos y hasta ahora no han parado de bailar sobre la tumba de la tal Mari Cruz Soriano, única víctima fatal de ese "afortunado" accidente.

Tears for Fears: los chicos lloran y gritan
Algún DJ ochentero los llamó Lágrimas de Cocodrilo. Craso error, porque el nombre tiene un origen más profundo y psicológico. Este proviene de una frase sacada de la obra de Arthur Janov, The Primal Scream (el grito primario), que trata de las emociones. En la obra se dice que llorar es un buen método para aliviar miedos y neurosis. Los chicos deben haber estado convencidos de la obra de Janov, aunque más adelante, ellos mismos lanzaron su propia teoría sobre el grito (Shout); fórmula que los ayudó a dejar atrás temores y angustias, sobre todo económicas.


(Continuara...)

martes, 4 de diciembre de 2007

Stereo Lima 20 (2da parte)

En 1987, Lima se había convertido una auténtica ciudad de la furia. Eran tiempos en los que la vida no valía un ápice. En cualquier momento tu cuerpo podía estallar en pedacitos si te encontrabas junto a un auto colmado de anfo o dinamita. Los vehículos portatropas se paseaban por Lima levantando jóvenes, casi siempre pobres y de aspecto andino. El toque de queda, decretado por el mismo señor que hoy gobierna, obligaba a todos los ciudadanos a guardarse temprano en casa. La vida nocturna había sido abolida de la faz limeña. Sin embargo, lo que las autoridades no previeron fue que, gracias al enorme despliegue mediático, el recital de Soda Stereo se convertiría con el paso de los días en un evento de envergadura que congregaría a miles de jóvenes, no sólo en Lima, sino también en provincias.

Ese día viernes 19 de junio, Lima amaneció nublada y con una noticia alarmante que ensombreció mucho más los ánimos de la temerosa ciudadanía: el entonces ministro de Justicia (cuyo nombre y cara no quiero acordarme, pero que, probablemente, ocupa un puestazo en el gobierno actual) lanzó un comunicado a la población alertando que Sendero Luminoso ejecutaría una serie de atentados en varios puntos de la capital, por lo que sería conveniente que la gente se quedara en sus hogares. Muchos hicieron caso al comunicado y no asomaron ni sus cabezas por sus ventanas.

Pese a las intimidaciones de los “terrucos”, los organizadores del recital decidieron seguir adelante. Las puertas del coliseo Amauta se abrieron cerca de las 4 de la tarde, aunque las largas filas de chicos y chicas ya habían comenzado a armarse desde ese mediodía. Una que otra tanqueta con algunos efectivos verdes estaban apostados en las esquinas, vigilando que no ocurriera nada anormal. Al final, en lugar de matar “terrucos”, los uniformados se dedicaron a espantar a varazos a los vendedores de “colas”.

Mientras las largas filas circundaban el coliseo y avanzaban con lentitud, algunas madres de familia llegaban con rostros asustadizos al lugar. Rogaban a los policías para que suspendieran “¡por Dios!” el espectáculo, porque “los terroristas habían amenazado con poner bombas”. A los guardias no les quedaba más remedio que mandarlas a la entonces Prefectura de Lima, a ver si allí les hacían caso “porque aquí todo está normal, señora”. Otros padres, más severos aún, llegaban con cara de pocos amigos en busca de sus hijos y llevárselo a casa. Algunos lo lograron, otros tuvieron que rendirse y pegar la vuelta ante la férrea resistencia de los adolescentes y el “roche” de quienes se ganaban y carcajeaban con la reprimenda.

Imágenes retro
Una vez en el interior del coloso, chicos y chicas fueron poblando la platea y la pista central, sí, justo allí donde se desarrollaban los espectáculos circenses de julio y agosto de cada año. El ingreso del público era rápido. Todos querían la mejor ubicación. Poco a poco, a medida que pasaban los minutos, el lugar tomaba la forma justa para que en cualquier momento estallara en llamas. En la parte baja, cerca al escenario, las infaltables broncas entre sujetos borrachos y/o fumados, así como el popularísimo “pogueo” avizoraban un clima candente.

Luego de más de dos horas de espera, casi sordos por el elevado volumen que salía de los gigantescos parlantes, el recinto se oscureció por completo. “Por fin” dijimos. ¡Ya! Sin embargo, recordamos que a la “fiesta” también habían sido invitados como teloneros los nacionales de Feiser, así que, en abierto apoyo al (re)naciente rock peruano y haciendo causa común al lema “gerardomanuelista”: son peruanos y son buenos, había que escuchar y aplaudir a los que estaban en el escenario. En ese momento, Feiser había logrado ubicar un par de canciones en las radioemisoras juveniles más populares en ese momento. Pese a que, ni entonces ni ahora ni nunca, Alamo Pérez Luna, su dizque vocalista, tenía la voz apropiada para cantar rock, igual la gente coreaba sus canciones. Pero fue la última, Dame una salida, la que desató el mayor furor de la concurrencia, no por ser un “hitazo” ni nada por el estilo, sino que a esas alturas de la noche todos deseábamos con ansias que Alamo y sus tres excelentes músicos acompañantes (he de reconocerlo), encontraran una salida y se largaran para empezar de una vez con el rito de soda.

Ahora sí, cuando el ambiente oscureció nuevamente y los reflectores pintaban el ecran con una tonalidad similar a la tapa del Signos, las siluetas de Cerati, Zeta, Alberti y, su tecladista invitado, Daniel Saiz tomaron sus respectivas ubicaciones. Al igual que en sus presentaciones previas en Argentina y Chile, el suave guitarreo acústico fue la señal de que Signos sería el tema que abriría el espectáculo.

Canción animal
Basándome en algunas memorias prodigiosas que circulan por internet, puedo enumerar las siguientes canciones presentadas esa noche: Imágenes retro, Estoy azulado, No existes, Si no fuera por…, Final caja negra, El Rito, Trátame suavemente, Persiana Americana, Prófugos, Juego de seducción, Cuando pase el temblor, algunas otras y, como fin de fiesta, Nada personal y el Vita-set.

Recuerdo que la parte delantera, casi al borde del escenario (en ese tiempo no existía zona VIP), estaba poblada al inicio casi en su totalidad por chicas. Conforme pasaban los minutos y el estrujamiento empeoraba, los paramédicos (o lo que sea, no existían los fortachones 911) las fueron extrayendo una por una: algunas salían por sus propios medios pero con las ropas rasgadas, otras con severos ataques de nervios y en lágrimas y, una que otra sin sentido. A la mitad del concierto yo estaba ubicado a un metro del escenario, feliz de estar cerca a mis ídolos. No me importaba la falta de aire, pegarme a los sudores ajenos, los decibeles al máximo ni que estallaran en mis oídos. Era yo y mi pasión, no contaba nada más.

Final Caja Negra
Esa noche salí solo del Amauta rumbo a casa. A mis amigos los perdí quizá en la estrofa de alguna de las canciones. Entre el recuento de daños producto de tan eufórica jornada figuran el haber sentido el peor dolor de oídos de mi vida, un seseo constante que abandonó mis tímpanos una semana después y un moretón en el muslo izquierdo producto de la “gomeada” que un policía me propinó mientras éste repartía golpes intentando alejar a los “colones”. Pese a las magulladuras, igual regresé al día siguiente a la segunda presentación. Fiel al “castigo”, me dispuse a pasar por el mismo trance que el día anterior, aunque esta vez ya me fui a tribuna; bien acomodado y a escuchar con el poco oído que me quedaba el mismo y maravilloso repertorio de canciones. Cosas de fan, cosas de Soda.