jueves, 19 de marzo de 2009

La Balada de John y Yoko

Si fuésemos inmortales, el 20 de marzo de 2009 John y Yoko cumplirían cuarenta años de (¿feliz?) matrimonio. Y para celebrar en grande sus Bodas de Rubí, seguro que ambos enrumbarían hacia el mismo rincón paradisíaco, en el Peñón de Gibraltar, en donde en 1969 sellaron su -para muchos fans rabiosos de The Beatles- controvertido idilio.

Imagino quiénes los acompañarían en esta renovación de votos matrimoniales: sus hijos Sean, Kioko y Julian; Paul, Ringo y George con Linda, Maurice y Olivia (o Patty), respectivamente; Derek Taylor, Neil Aspinall, George Martin, Billy Preston, Mick Jagger y, por supuesto, Brian Epstein y Elton John. ¿Cynthia Lennon? Hmmm…puede ser, el tiempo a veces cicatriza viejas heridas.

Días después, y como parte de los festejos, ambos rememorarían otro hecho que marcó con hierro candente sus azarosas vidas y que contribuyó con granjearles adeptos y enemigos alrededor del planeta: la cama de la paz o bed-in for peace. Este revolcón mediático consumado en un hotel de Ámsterdam fue una manera escandalosa y descarada (para la época) de reclamar por la paz en el mundo. Así, rodeados de flores, marihuana, incienso y letreros que decían: “Hair Peace” y “Bed Peace”, la parejita recién casada dio rienda suelta a toda su perorata pacífista y antibélica ante los ojos y los flashes de la prensa de todo el mundo.



Hoy, ya no me imagino a John y Yoko protestando entre sábanas. El mundo ha cambiado pero las guerras siguen igual o peor de sangrientas. Hoy, Lennon, más entrado en años y a tono con el caos y el libertinaje contemporáneos, levantaría su voz visitando junto a Yoko algunos barrios de Gaza o Bagdad derruidos por misiles y "autos-bomba"; campos de refugiados al borde de la muerte por inanición en Darfur; alguna población ubicada entre dos fuegos de la selva de Colombia o paseando por una favela de Río de Janeiro.

Lennon fue anarquista por naturaleza, siempre despotricó del poder político y de los fundamentalismos religiosos o de derecha; estuvo más cerca del bando izquierdista pero él no aceptaba dicha etiqueta y, más bien, en lugar de leninista, se consideraba lenonista.

Por esa razón, se me hace difícil verlo hoy reunido -al estilo de Bono- con algún poderoso líder del G-8 o con el mismo Papa con la esperanza de integrarlos a su cruzada pacifista. Él sabía que convencer a esta gente era material y espiritualmente imposible. Al contrario, hoy, John desfilaría junto a Yoko y un séquito de fieles desideologizados con pancartas que dirían: “¿Y qué hace el Papa por la paz?”, “Fuera Bush, asesino”, “Israel, estado asesino, no mates bebés palestinos”, “Acabemos con el hambre en el África”, “Menos armas, más comida”, “Ratzinger, los condones sí ayudan a prevenir el Sida”, etc.

Valga esta alucinada escena con un Lennon vivito y coleando, y al borde de sus 68 años de edad, para recordar la encamada de Ámsterdam como un hecho histórico e insólito a la vez. Sólo un individuo de su peso y arraigo pudo transformar una chifladura en un símbolo de paz universal que quedó para siempre en la memoria de todos aquellos que admiramos su música y su mensaje.

Felices cuarenta, John, donde quiera que te encuentres.



La Balada de John y Yoko